¿A qué temperatura se debe tomar el vino?

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La importancia de la temperatura del vino ha sido reconocida y valorada a lo largo de la historia de la vinificación, pero no ha sido hasta tiempos más recientes que la comprensión detallada y la atención específica a las temperaturas óptimas para servir y almacenar vino se han desarrollado más detenidamente.

Su importancia a través del tiempo.

  • En la antigüedad, los antiguos romanos, en particular, demostraron una comprensión inicial de la importancia de las condiciones de almacenamiento para el vino. Almacenaban sus vinos en bodegas subterráneas, conocidas como «cellae vinariae» en latín, reconociendo que estas instalaciones proporcionaban condiciones más estables y favorables para el envejecimiento y la conservación del vino.
    La elección de almacenar vino en bodegas subterráneas respondía a varios factores clave, ya que éstas ofrecían una temperatura más constante a lo largo del año, lo que ayudaba a evitar fluctuaciones térmicas bruscas que podrían afectar negativamente al vino. Además, la oscuridad y la humedad natural de estas bodegas contribuían a crear un ambiente óptimo para el envejecimiento de los vinos.
    Los romanos también eran conscientes de que la exposición a temperaturas extremas, ya fueran muy altas o muy bajas, podía afectar la calidad y estabilidad del vino. Por lo tanto, al almacenar el vino bajo tierra, buscaban protegerlo de las variaciones climáticas externas.
  • En la Edad Media, la tradición vinícola continuó en manos de los monjes, quienes desempeñaron un papel crucial en la conservación del conocimiento sobre la vinificación y el refinamiento de las prácticas enológicas. Los monasterios se convirtieron en importantes centros de producción de vino y, al igual que los romanos antes que ellos, los monjes medievales también prestaron especial atención a las condiciones de almacenamiento del vino.
    Muchos monasterios medievales contaban con bodegas subterráneas o cavas, similares a las utilizadas por los romanos. Estas bodegas proporcionaban un ambiente fresco, oscuro y húmedo, condiciones que los monjes consideraban ideales para el envejecimiento y la conservación del vino. Además, la elección de ubicar las bodegas debajo de los monasterios no solo ayudaba a mantener condiciones estables, sino que también aprovechaba la arquitectura de los edificios religiosos, que a menudo estaban construidos en laderas o colinas.
    Experimentaron con diferentes métodos de conservación y envejecimiento del vino, esto incluía la utilización de barricas de roble, una selección cuidadosa de uvas y la observación de cómo diferentes condiciones de almacenamiento afectaban al vino con el tiempo. Sus esfuerzos contribuyeron no solo a la preservación del arte de hacer vino, sino también a su mejora constante.
    Durante este período, la vinificación en monasterios no solo cumplía propósitos religiosos, sino que también desempeñaba un papel económico importante para las comunidades monásticas. Los monasterios producían vino para el consumo interno, pero también para el comercio y la venta, lo que a menudo generaba ingresos esenciales para el sostenimiento de los monasterios y sus obras de caridad.
  • A partir del siglo XIX, se produjo un cambio significativo en la atención prestada a la temperatura del vino, marcando una era en la que la vinificación se volvió más sistemática y respaldada por la ciencia. Este período fue testigo de avances tecnológicos y científicos que influyeron en la forma en que se producía y se entendía el vino.
    La introducción y el uso de termómetros en la vinificación fueron elementos muy importantes en este cambio, ya que los termómetros proporcionaron una herramienta precisa para medir y controlar la temperatura en las distintas etapas del proceso de elaboración del vino, desde la fermentación hasta el envejecimiento. Esto permitió a los vinicultores y enólogos ajustar las condiciones de producción de manera más precisa, optimizando así la calidad del vino.
    A medida que los procesos de fermentación y envejecimiento se iban comprendiendo de forma más profunda, la mejora de la gestión térmica en la elaboración del vino mejoró significativamente y se desarrollaron conocimientos más detallados sobre cómo la temperatura afecta las reacciones químicas que ocurren durante la fermentación, al igual que su influencia en la evolución de los sabores y aromas del vino durante su envejecimiento.
    Los avances científicos permitieron identificar las temperaturas específicas ideales para las diferentes fases de la producción vinícola. Un buen ejemplo de ello es la mejor comprensión de la importancia de temperaturas más frescas durante la fermentación para preservar los aromas frutales y la necesidad de condiciones más estables durante el envejecimiento para lograr una maduración equilibrada del vino.
    Además, a medida que avanzaba el siglo XIX, las prácticas enológicas comenzaron a ser más estandarizadas y documentadas, esto fomentó la creación de normas y directrices para la vinificación, por tanto, los vinicultores y enólogos pudieron compartir y aprender de las mejores prácticas, aprovechando los conocimientos acumulados para mejorar la calidad de los vinos.

¿Cómo se hace actualmente?

Hoy en día, se utilizan varias tecnologías y prácticas para mantener la temperatura ideal para el vino tanto durante su almacenamiento como en su servicio. Algunas de las herramientas y métodos comunes incluyen:

  1. Cavas o enfriadores de vino: las cavas o refrigeradores específicos para vino son dispositivos diseñados para mantener una temperatura constante y controlada, ya que, permiten almacenar botellas a temperaturas específicas según el tipo de vino (blanco, tinto, espumoso) y su fase de desarrollo (almacenamiento a largo plazo, servicio inmediato, etc.).
  2. Sistemas de climatización de bodegas: para bodegas más grandes, especialmente aquellas que almacenan grandes cantidades de vino, se utilizan sistemas de climatización, los cuales pueden controlar la temperatura y la humedad de manera precisa, creando un ambiente ideal para la conservación del vino.
  3. Termómetros digitales: la tecnología digital ha facilitado la monitorización constante de la temperatura y eso lo saben bien los profesionales de Giona Company. Los termómetros digitales permiten un control preciso y la capacidad de ajustar las condiciones según sea necesario.
  4. Sistemas de control de humedad: además de la temperatura, la humedad es otro factor crítico para el almacenamiento del vino, y es que estos sistemas se utilizan para mantener niveles adecuados, evitando que el corcho se seque y que el vino sufra alteraciones.
  5. Enfriadores rápidos o cubos de hielo: útiles para servir vino a la temperatura adecuada de manera rápida, a la vez que permiten enfriar las botellas de manera eficiente sin diluir el vino.
  6. Cámaras térmicas en transporte: durante el transporte, especialmente en el caso de vinos finos o colecciones de bodegas, estas cámaras que las botellas se mantengan a la temperatura adecuada y no se vean afectadas por condiciones ambientales extremas.
  7. Sistemas de climatización en establecimientos de hostelería: restaurantes y bodegas utilizan sistemas de climatización para mantener la temperatura adecuada en las áreas donde se almacena y sirve el vino, asegurando así una experiencia de degustación óptima.

Estas herramientas y tecnologías permiten a los amantes del vino y a los profesionales de la industria garantizar que las botellas se almacenen y sirvan en las condiciones ideales, preservando sus cualidades organolépticas y garantizando una experiencia de degustación óptima.

La temperatura ideal para cada tipo de vino.

  • Vino espumoso:
    • Temperatura ideal: 6-10°C.
    • Se debe mantener más frío que otros tipos de vino para resaltar sus burbujas y sabores refrescantes.
  • Vino blanco:
    • Temperatura ideal: 8-12°C.
    • Los blancos más ligeros se sirven más fríos, mientras que los blancos más complejos y ricos se sirven a temperaturas más altas.
  • Vino rosado:
    • Temperatura ideal: 8-12°C.
    • Similar a los blancos, a estas temperaturas más frescas resaltan su frescura y frutosidad.
  • Vino tinto ligero:
    • Temperatura ideal: 12-16°C.
    • Los tintos ligeros, como los Pinot Noir, precisan temperaturas más frescas para resaltar sus sabores delicados.
  • Vino tinto medio:
    • Temperatura ideal: 14-18°C.
    • Incluye variedades como Merlot y Chianti. Se sirven a temperaturas intermedias para destacar su equilibrio entre frescura y complejidad.
  • Vino tinto complejo/reserva:
    • Temperatura ideal: 16-20°C.
    • Los tintos más complejos, como Cabernet Sauvignon y Syrah, se pueden permitir temperaturas más altas gracias a sus capas de sabores y aromas.

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