Cuando se piensa en salud bucodental, lo primero que suele venir a la mente es la prevención de caries, el cuidado de las encías y la importancia de una sonrisa bien cuidada. Sin embargo, la boca está conectada con el resto del cuerpo de formas que a veces pasan desapercibidas. Cada vez hay más evidencia de que una mala salud oral puede tener consecuencias mucho más allá de lo que ocurre en los dientes y encías, afectando a órganos vitales como el corazón.
El cuerpo humano funciona como un sistema interconectado en el que los problemas en una zona pueden repercutir en otras. En el caso de la salud oral, la presencia de infecciones o inflamaciones en la boca puede generar respuestas que afecten a distintos órganos. La inflamación de las encías, el sangrado frecuente o las infecciones recurrentes pueden ser señales de alerta de que algo no está funcionando bien. Ignorar estos signos no solo pone en riesgo la salud dental, podría contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares que comprometan la calidad de vida.
Las bacterias orales y su influencia en el organismo.
La cavidad oral alberga millones de bacterias, algunas beneficiosas y otras potencialmente perjudiciales. Un desequilibrio en esta microbiota puede derivar en infecciones como la gingivitis o la periodontitis, que pueden facilitar la entrada de bacterias patógenas en el torrente sanguíneo. Estas bacterias no se quedan solo en la boca, pueden viajar a través de la sangre y afectar a distintos órganos, incluido el corazón.
Cuando esto ocurre, el sistema inmunológico reacciona generando inflamación, lo que a largo plazo puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. El cuerpo interpreta la presencia de estas bacterias como una amenaza, y la respuesta inflamatoria mantenida en el tiempo puede dañar los vasos sanguíneos, favoreciendo la aparición de arterias obstruidas. Este proceso no sucede de la noche a la mañana, es el resultado de años de una higiene bucodental deficiente combinada con otros factores de riesgo como el tabaquismo, la mala alimentación y la falta de actividad física.
Las bacterias provenientes de la boca pueden viajar a través del sistema circulatorio y depositarse en las arterias, promoviendo la acumulación de placa. Esta acumulación, conocida como aterosclerosis, endurece y estrecha las arterias, dificultando el flujo sanguíneo y aumentando la presión arterial. En casos más graves, los coágulos generados por estas placas pueden bloquear completamente el paso de la sangre, provocando infartos o accidentes cerebrovasculares.
La periodontitis y su relación con el riesgo cardiovascular.
Una de las enfermedades bucales más vinculadas con problemas cardiacos es la periodontitis, una afección que provoca la inflamación y el deterioro de las encías, afectando incluso al hueso que sostiene los dientes. Cuando la infección avanza, las bacterias pueden entrar en el flujo sanguíneo y generar una respuesta inflamatoria sistémica que afecta directamente a la salud del corazón.
Diversos estudios han identificado una relación entre la periodontitis y un mayor riesgo de arteriosclerosis, una condición en la que las arterias se endurecen y estrechan debido a la acumulación de placa. Este proceso aumenta la probabilidad de padecer enfermedades como el infarto de miocardio o el ictus, dado que la sangre encuentra mayor dificultad para fluir de manera adecuada. Además, la inflamación crónica derivada de la periodontitis puede debilitar el revestimiento de los vasos sanguíneos, facilitando la formación de coágulos y aumentando el riesgo de eventos cardiovasculares graves.
En personas con antecedentes de problemas cardíacos, la periodontitis puede representar un riesgo aún mayor. El hecho de que las bacterias accedan con mayor facilidad al sistema circulatorio puede acelerar el deterioro de las arterias, haciendo que las complicaciones cardiovasculares aparezcan con mayor frecuencia y gravedad. Por este motivo, los profesionales de la salud insisten en que quienes tienen enfermedades cardíacas deben extremar los cuidados de su higiene bucodental y acudir al dentista con regularidad para evitar que infecciones aparentemente menores puedan desencadenar problemas más serios.
Inflamación crónica: el vínculo principal.
La inflamación es una de las principales vías de conexión entre la salud oral y la cardiovascular. La respuesta inflamatoria que se origina en la boca no se queda localizada en esta zona, puede extenderse a otras partes del cuerpo, alterando el funcionamiento del sistema circulatorio.
El problema surge cuando esta inflamación se vuelve crónica, ya que afecta a la función vascular y puede favorecer la aparición de placas de ateroma en las arterias. Estas placas, formadas por grasa, colesterol y otras sustancias, pueden estrechar los vasos sanguíneos e incluso desprenderse, generando obstrucciones que derivan en eventos cardiovasculares graves. Además, la inflamación constante hace que el cuerpo esté en un estado de estrés permanente, lo que repercute negativamente en la capacidad del organismo para regular la presión arterial y mantener la salud del corazón.
El organismo reacciona a las infecciones con inflamación porque es un mecanismo de defensa natural. Sin embargo, cuando esta respuesta se prolonga durante demasiado tiempo, empieza a generar daño en lugar de protección. En el caso de la salud bucodental, la inflamación persistente debida a infecciones en las encías puede convertirse en un factor de riesgo cardiovascular relevante que, si no se controla a tiempo, puede derivar en problemas graves.
La endocarditis bacteriana: un riesgo silencioso.
Otra condición que pone de manifiesto la relación entre la salud bucodental y el corazón es la endocarditis bacteriana. Se trata de una infección en el revestimiento interno del corazón o en las válvulas cardíacas, provocada por bacterias que han entrado en el torrente sanguíneo.
Las bacterias orales pueden llegar a esta zona a través de heridas en las encías o procedimientos dentales en los que se haya producido sangrado. En personas con problemas cardíacos previos, la endocarditis puede representar un problema grave, ya que puede dañar el tejido del corazón y afectar su función. Si no se detecta y trata a tiempo, esta enfermedad puede comprometer seriamente la vida del paciente.
Prevención: la clave para cuidar el corazón desde la boca.
Sabemos que mantener una buena higiene bucodental ayuda a conservar los dientes y encías en buen estado, pero también puede marcar la diferencia en la salud cardiovascular. Un cepillado adecuado, el uso de hilo dental y visitas periódicas al dentista son acciones fundamentales para reducir el riesgo de infecciones y mantener controlada la inflamación.
Desde Clínica Dental Gaudí, destacan que una revisión dental completa puede detectar problemas en las encías antes de que se conviertan en un problema más grave. Esto es especialmente importante para personas con antecedentes de enfermedades cardiovasculares, ya que un control odontológico regular puede ayudar a reducir riesgos adicionales. Además, una limpieza dental profesional puede eliminar la placa y el sarro acumulados, evitando así que las bacterias se propaguen más allá de la boca.
La conexión entre encías y arterias: lo que dicen los estudios.
Las investigaciones han ido aportando cada vez más datos sobre esta relación. Algunos estudios han encontrado que las personas con enfermedades periodontales tienen un riesgo mayor de sufrir problemas cardiovasculares en comparación con aquellas que mantienen una salud bucodental adecuada. Por ello, los expertos coinciden en que cuidar la boca no es solo una cuestión estética, es parte fundamental de la salud general.
La importancia de inculcar buenos hábitos de salud bucodental en los niños.
Es fundamental comenzar a cuidar la salud bucodental desde una edad temprana, ya que los hábitos que se adquieren en la infancia son los que perduran a lo largo de la vida. Enseñar a los niños a mantener una correcta higiene bucal sienta las bases para prevenir futuras complicaciones relacionadas con la salud cardiovascular. Si bien los problemas dentales no siempre parecen estar relacionados con el corazón, fomentar una buena higiene desde pequeños puede reducir notablemente el riesgo de que las infecciones orales se transmitan al resto del cuerpo, afectando a órganos vitales.
Uno de los primeros pasos es hacer del cepillado dental una rutina diaria, explicándoles su importancia de una forma comprensible. Es recomendable que los niños comiencen a cepillarse los dientes con la ayuda de un adulto desde que aparece el primer diente, utilizando un cepillo adecuado a su edad y una pasta dental que contenga flúor para prevenir la caries. A medida que crecen, es esencial enseñarles a usar el hilo dental y a realizar un cepillado correcto, sin olvidar la lengua, que también alberga bacterias.
Además de la higiene, se debe inculcar la importancia de llevar una dieta saludable y equilibrada, evitando el consumo excesivo de azúcares, que pueden fomentar el crecimiento de bacterias perjudiciales en la boca. Involucrar a los niños en la elección de alimentos saludables y enseñarles sobre cómo los alimentos afectan a su salud bucal puede ser una excelente forma de que comprendan la relación entre la dieta y su bienestar general.
Otro aspecto clave es la importancia de las visitas regulares al dentista. Desde pequeños, los niños deben acostumbrarse a la idea de que las consultas odontológicas no son solo cuando hay problemas, sino como una medida preventiva, ya que, los dentistas pueden tanto detectar caries como revisar el estado de las encías y otros posibles problemas antes de que se conviertan en algo más serio.