¿De qué manera pueden resolverse problemas de comunicación en las fábricas?

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¿Alguna vez habéis trabajado en una fábrica? Si lo habéis hecho, seréis conscientes de todo lo que implica y la cantidad de personas que dependéis unas de las otras para sacar adelante toda la producción de la que se vale la empresa para obtener sus beneficios. Si no habéis trabajado nunca en un entorno como este, estoy seguro de que tendréis en mente lo que puede llegar a suponer y las dificultades que entraña esto. Es evidente que no estamos hablando de un trabajo cualquiera, sino de uno que requiere de mucha organización para que todo salga como realmente esperamos.

Pero, ¿realmente cómo se consigue algo como de lo que estamos hablando? No es fácil en absoluto. Pensad en una fábrica de tamaño medio, que pueda tener un centenar de trabajadores. Es muy complicado tener que gestionar los distintos equipos que configuren ese centenar de trabajadores y hacer que la producción, de este modo, siga por los cauces que hemos establecido. La comunicación es una de las cuestiones que son fundamentales en lo que tiene que ver con la organización en la empresa y los dirigentes del negocio y los cargos medios deben hacer todo lo que esté en su mano para garantizar esa comunicación.

Pero claro, tened en cuenta cuál es el espacio físico en el que se trabaja. Hablamos de una nave que por lo general suele ser bastante grande y en la que, además, hay ruidos de maquinaria y una buena dosis de eco. La consecuencia directa de todo esto tiene que ver con la imposibilidad que tienen dos personas de hablar más allá de unos metros de distancia. ¿Qué ocurre si tenemos que hablar con algún miembro de otro equipo de trabajo que está situado en el otro extremo de la nave? ¿Cuánto tiempo debo perder en acudir físicamente a ese lugar y luego volver para transmitir el mensaje?

Lógicamente, hay que tener una manera de garantizar esa comunicación y permitir de ese modo que podamos ahorrar el tiempo que supone ir de un lado para otro a transmitir el mensaje. Lo primero en lo que podemos pensar en este caso es el teléfono, no cabe la menor duda, pero se trata de una cuestión que no todo el mundo valora porque suele ser algo cara. Realmente, solo necesitamos tener contacto por voz y los teléfonos que se venden ahora, especialmente los móviles, disponen de un montón de aplicaciones más que realmente a nosotros, en estos contextos, no nos van a servir de mucho.

La solución en muchas ocasiones puede tener que ver con los walkie talkies, elementos más fáciles de manejar que los teléfonos e igual de útiles para entornos industriales. En todas las fábricas existe la necesidad de que los distintos equipos estén comunicados de manera permanente y un walkie talkie es el perfecto nexo de unión entre todos ellos. En el caso de la empresa de la que soy encargado, apostamos por este tipo de elementos y los adquirimos en Ondamanía por una simple razón: y es que no solo podíamos comprarles los walkies, sino que también teníamos la posibilidad de adquirir los complementos que nos hicieran falta para ellos.

Lo cierto es que los resultados acompañan la teoría de la que estamos hablando a lo largo de todos estos párrafos. Antes, en nuestro entorno de trabajo había severos problemas de comunicación. Los equipos trabajaban de una manera un tanto descoordinada y eso provocaba que la eficiencia no fuese el fuerte de nuestro negocio, además de que los costes se incrementaran en el proceso de producción. Tenemos que decir que ahora se han corregido estos problemas y que el tiempo empleado en completar la fabricación de un producto se ha reducido de una manera extraordinaria.

Fijaos en lo que puede cambiar la película simplemente con la introducción de un cambio como del que os hemos hablado. Siempre que queremos corregir lo que entendemos como un defecto en una organización, lo primero que debemos realizar es un análisis de cómo es el proceso que mantenemos al trabajar y cuáles pueden ser las causas que originen los retrasos en la fabricación de los productos. Eso es lo que nos encargamos de hacer en mi empresa y esa ha sido la base por la cual hemos conseguido cambiar las cosas y mejorar la eficiencia de todos y cada uno de los trabajadores.

Además, cuando se ha diseñado un nuevo sistema que atañe a la comunicación entre los distintos equipos, esos equipos tienden a colaborar más entre sí. Hay una sensación mucho más grande de cohesión y todo el mundo tiene más claro lo que debe hacer. Los defectos en materia de comunicación han sido grandes problemas en la historia de muchos negocios y por suerte sigue habiendo maneras de resolverlos de una manera eficaz y rápida para la organización, con independencia de la naturaleza que esa organización posea.

A día de hoy, esos problemas en la comunicación que todavía existen en nuestras empresas ocasionan el 60% de los problemas que existen en las empresas. Se trata de un porcentaje demasiado grande y que los responsables de esas entidades deberían poder corregir a la máxima brevedad posible. Y es que los efectos de eso que estamos comentando pueden ser mortales para unas entidades que no atinan a dar con la manera de convertirse en algo más eficiente y que realmente ponga toda la carne en el asador para ser rentable y ofrecer beneficios.

La industria, pieza angular de la economía española 

Hay muchos sectores que son elementales en la economía de nuestro país y sin los cuales no se podría entender cómo funciona el entramado de empresas españolas. Hemos hablado muchas veces de lo importante que es el turismo, de la relevancia que tiene la construcción y de que también somos una potencia en varios productos gastronómicos como el vino o el aceite de oliva, pero… ¿qué hay de la industria? ¿Qué posición ocupa en lo que respecta a la economía de este país?

Estamos hablando de un sector que es imprescindible y al que, desde luego, podríamos considerar elemental en nuestra economía. Es verdad que ha perdido peso con respecto a otras décadas, pero nunca ha dejado de ser importante como vamos a ver a través de un par de gráficos que ha publicado el portal web Statista. El primero de ellos muestra el PIB de 2008 a 2023 del sector industrial, que es el segundo, solamente superado por el sector servicios y muy por encima del sector primario. En el primero de los años que se muestran en el gráfico, el porcentaje del sector industrial rebasaba el 26%, mientras que 15 años más tarde apenas se situaba por encima del 20%. Sin embargo, una actividad que engloba este porcentaje debe ser bien tenida en cuenta porque es elemental para nuestra economía.

También se muestra la relevancia de esta cuestión si tenemos en cuenta la cantidad de gente que se dedica profesionalmente a un asunto como lo es la industria. Statista publicó en un gráfico la cantidad de gente que se dedicaba a este sector también desde los años 2008 a 2023. En el último de esos años, eran 2’7 millones de personas las que estaban dentro del sector, lo que ofrece una primera muestra de lo importante que es que esta actividad cuente con salud. Es verdad que ha habido ocasiones en las que se han superado los 3 millones de trabajadores, pero la crisis de 2008 deparó una caída de la que muchas empresas no se recuperaron. Por suerte, la industria española sigue siendo importante a día de hoy.

Y lo va a seguir siendo en el futuro, no nos cabe la menor duda. Sigue siendo necesario que se produzcan coches (y ahora más que nunca si tenemos en cuenta que estamos en plena transición entre los que funcionan con combustibles fósiles y los que son híbridos o eléctricos), que se trabaje el acero, que se fabriquen alimentos… y un sinfín de cosas más. Un país sin industria es un país que no tiene futuro y ese es motivo más que de sobra para que desarrollemos un modelo industrial que realmente nos coloque en el sitio que nos merecemos dentro del tablero mundial.

Hay ejemplos más que de sobra para indicar que la industria es el motor de los grandes países del mundo. Creo que el mejor es Alemania, que perdió dos guerras mundiales y que, reconstruyendo su industria, fue capaz de volver a ser una potencia mundial pocos años después de cada una de ellas. Un país como Estados Unidos o dos gigantes asiáticos como lo son China y Japón podrían ser ejemplos también de cómo la industria les puede colocar en lo más alto de la economía mundial. Todos los países luchan por seguir sus pasos y por continuar haciendo posibles sus proyectos económicos. Sus dirigentes son los primeros que saben que, sin el apoyo de la industria, eso no sería posible en ningún caso.

 

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